viernes, 14 de diciembre de 2012

A VUELTAS CON... (2ªPARTE) EL TIEMPO QUE PASA RÁPIDO Y SE HACE ETERNO

Si leísteis el post anterior, recordareis como ante la necesidad de mi bebé de estar continuamente en brazos, tenía que relegar la mayoría de mis necesidades-obligaciones-apetencias ;-). 

Mi forma de pensar es que si el bebé llora tiene una necesidad sin cubrir, y cuando haces algo y deja de llorar, es porque necesitaba eso. Me parece absurdo hacernos creer que una criatura que acaba de nacer tiene un diabólico plan para poner a prueba nuestros límites, o que desea esclavizarnos para salirse con la suya o chorradas así. Yo creo que es un ser humano que nos ama con locura sin que hayamos tenido nosotras que demostrarle nada. Y que su instinto (dudo que un recién nacido razone, en el estricto sentido de la palabra) le hace reaccionar ante la sensación de desamparo, porque si le abandonamos se muere. Y es que cuando nacemos
somos puro instinto. 

Vale, cuando eso lo entiendes viene la siguiente pregunta ¿porqué si parece el comportamiento más lógico y natural, se hace incompatible con nuestras necesidades? 
Lo que nos falta es nuestra gente. Las personas (madres, hermanos, amigas del alma, vecinas de toda la vida?) Que si las tenemos cerca nos echan una manilla en el día a día. Con tres veces al día, que otra persona de confianza nos ayudase o sostuviese al bebé durante 10 minutos, seguro que el día en general sería mucho más fácil de llevar. 

Como eso no es posible, tenemos que reconocer la situación, comprender que el bebé no tiene la culpa, y que como somos las adultas, las que tanto sabemos ya a nuestra edad, nos toca a nosotras adaparnos a nuestra "nueva forma de vida" y sobrellevarlo lo mejor posible. 

Cuando esto lo asumes, la sensación de injusticia por no atender tus propias necesidades desaparece, y la sensación de agobio a lo largo del día es menor. (Aunque sigues igual de jodida para desenvolverte en los quehaceres diario).

Cuatro cosicas que me ayudaron:

1ª  Dormir en la misma cama con nuestro hijo. Ya os conté que le costó meses enganchar el pecho tumbados, así que antes nos hubiera dado igual. Pues en ese tiempo mira que lo intenté pero no se "acostumbró" a dormir en la cuna. Desde que enganchó bien, lo echamos en nuestra cama y empezamos a dormir los tres. Resultado: duermo más.

2º  Programar las justas e imprescindibles tareas del hogar. Es decir, el desorden o falta de limpieza de mi casa es mío, y al que le parezca mal que no venga. En realidad nunca tuve la casa como los chorros del oro, ¿porqué empezar ahora que tengo algo más importante entre manos?, dentro de tres años ya lo intentaré.    
Si pienso que tengo la mitad de cosas que hacer me agobio la mitad. Y lo imprescindible son cosas como: lavadora cuando o la pongo o mañana iremos desnudos, el segundo plato a la plancha (ni salsas ni cosa elaborada),  ¿depilarme? si para mi hijo soy la más guapa del mundo con pelos y todo...
Lo demás que lo haga papá a su ritmo.

3º  Comprar un portabebé. Ya, pensareis lo recomienda porque los vende. Pues no, los vendo porque los compré en su día y me salvaron la vida en muchas ocasiones.
Me sirve en casa, mientras me preparo el desayuno y mientras hago las tareas del punto 2. Los paseos ya duran más de 4 minutos, con el nene en el fular debajo de mi abrigo ya no llora y yo he dejado de ser la loca del barrio que corría con un carrito mientras gritaba ea ea ea.
Si voy a comprar al super, nene en el fular y carro ¡de la compra! Para ir transporte público, al banco, al pediatra...

4º Juntarme con otras mamás que habían o estaban pasando por lo mismo, y compartir la experiencia, los truquitos, las emociones.  Tienen que ser mamás que compartan tu misma idea de crianza para que te sirvan sus experiencias y te sientas comprendida. (Sea cual sea el tipo de crianza que desarrolles).
Aunque quedeis una vez a la semana, te da un chute de energía increíble, te reafirma en tu forma de hacer las cosas, coges fuerzas. Para que aunque estés cansada te sientes plena porque haces lo que te pide el corazón.

Y poco más.
Seguía cansada, pero menos. Seguía agobiándome a veces, pero menos. Y disfrutaba de mi hijo, pero más, mucho más. Así que el cambio, aunque no milagroso, fue a mejor.

sábado, 8 de diciembre de 2012

A VUELTAS CON...EL TIEMPO QUE PASA RÁPIDO Y SE HACE ETERNO

Ya tenemos a nuestra criatura en casa, papá vuelve al trabajo, las "modernas" abuelas de ahora también van a trabajar, y nuestras hermanas y amigas...

Después del momento en que recibimos por primera vez a nuestro hijo en brazos, en el que el tiempo se detuvo y nada más existía, llega otro momento en el que volvemos a la realidad cotidiana.
Nos encontramos en casa a solas con el bebé, y sabemos que hoy nadie vendrá a vernos, las visitas serán el fin de semana.
Muy decidida, me disponía a empezar esa vida cotidiana que tantas veces imaginé durante el embarazo...
Día tipo: por la mañana después de desayunar los dos, le asearé, le pondré la ropita tan mona que compré, luego me arreglaré yo, ventilaré la casa, dejaré puesta una lavadora (cogiéndolo en brazos siempre que me reclame aunque tarde un poco más en hacer todo), y nos iremos de paseo con el nene en el carrito pasando por el súper a comprar algo que falte. Luego volveremos a casa, le cambaré el pañal, le haré carantoñas, le daré pecho cuando pida, y mientras duerma haré la comida y tenderé la ropa que puse a lavar antes de irme...

Parece fácil, ¿verdad? ¡Pues no!
A lo mejor es posible si tienes uno de esos pocos bebés que duermen mucho por el día, pero el mío no fue uno de ellos. Dormía en mis brazos, pero en cuanto lo intentaba dejar en la cuna, el carro o la hamaca, se despertaba automáticamente y a llorar. 
Como por las noches yo no descansaba (si leeis el post de A Vueltas con las Noches lo vereis), ya empezaba el día agotada. 
A lo mejor se había despertado a las 6:30, después de mamar no se volvía a dormir. Le cambiaba el pañal y al al poco bocanada que te va, y a cambiar de ropa. Lo intentaba dejar en algún sitio para hacerme un desayuno rápido y no podía, a hacer pis con él en brazos (os puede parecer raro pero es posible hacerlo con una sóla mano).  
Pasaba un rato intentando dormirlo, en la teta, de pie y cantando a la vez. El tío estaba agustito, pero no se dormía. Las piernas me pesaban, la espalda me dolía y los brazos se empezaban a resentir. 
Y ves que ya sale el sol y hace más evidente el desorden de la casa, y piensas tantas cosas que quieres hacer cuando se duerma... 

Acaban dando las 11:30 a.m. y sigues prácticamente igual que cuando os habeis despertado (5 horas después) Han pasado las horas como si nada pero se te están haciendo eternas . Tú no has avanzado con el tiempo, tienes hambre, no te has duchado (ni ayer tampoco), la ropa sucia se amontona, y ya sintes la necesidad imperiosa de salir de allí, todo lo demás ya da igual. Durante ese tiempo has llevado al bebé en brazos ininterrumpidamente, aun te tienes que vestir con ropa de calle y la criatura también. Mientras llora en el cambiador, sólo piensas quiero salir ya de casa, que ganas tengo de salir de casa.  Los 5 minutos que tardo en vestirlo a él (con lo primero que pillo, ni conjuntado ni ná) y en vestirme yo (ahí no queda más remedio que dejarlo sobre la cama y llora desconsoladamente), se hacen eternos, sólo quiero salir ya de casa.

Es invierno y al nene hay que abrigarle, así que como ya lleva el sofocón encima, no calla mientras lo envuelvo cual cebolla y lo meto en el carro. Yo ya os digo que sufro mucho si oigo llorar a mi hijo, sé que él no entiende que vamos de paseo y que yo no me alejaré de él. Me reclama, me necesita, no pienso que esté poniendo a prueba esa tontada de mis límites, sino que sólo se siente seguro en mis brazos, es muy simple, pero la situación la siento injusta. Casi no he dormido, llevo horas con él encima relegando el resto de mis necesidades y no tengo derecho a 5 minutos de preparación para salir sin llorar. Realmente siento que es injusta la situación, que no el niño. 

Porfín estamos  en la calle, con horrible viento invernal que me obliga a poner la burbuja del carro.   
Si el niño lloraba al dejarlo en el carro ¿qué espero que haga mientras no lo coja?, seguir llorando. Empizo a caminar muy deprisa, ea ea ea le voy cantando a gritos (los vecinos pensarán ya ha salido la loca de paseo), y a mitad de calle, cuando lo veo ponerse morado y quedarse ya encanado sólo pienso que ganas tengo de volver a casa, sólo quiero llegar a casa (¿os suena?). ¡Record de la semana!, el paseo ha durado 4 minutos. 

Otra vez en casa, lo cojo si llegar a quitarme del todo el abrigo lo pongo al pecho y vuelve la calma.  Pues nada hijo mío, que se acabe el mundo si quiere, que nosotros así nos quedamos.

Y esque, si me paro a pensarlo, cuando sea mayor haré muchos esfuerzos para ayudarle a ser feliz : pagarle los estudios, ayudarle con la entrada del piso, consolarle si le deja la novia, preparale tapers cuando viva solo...   
Pero realmente, nunca me resultará tan fácil y barato ofrecerle la felicidad plena y absoluta como ahora mismo. Mi pecho, mis brazos y mi mirada llena de amor infinito.Y mi hijo feliz.  ¿Qué más se puede pedir?

En el siguiento post, os explicaré qué es lo que debe de fallar para no conseguir compaginar sus necesidades con las nuestras, y como resolví el caos que acabais de leer. 

Permitidme un consejo:  Abrazad a vuestros hijos y sed felices con ellos.